Jack Kerouac, el infatigable novelista beat, legó al mundo algo así como un “estilo de vida literario”. Cada una de sus historias contenía una fuerte carga vivencial, anecdótica. Y tal vez en esta misma tónica acuñó un listado de treinta creencias y técnicas para la vida y la prosa, legendariamente anotada en el hotel de Allen Ginsberg, en North Beach, un año antes de que este compusiera el gran poema del paisaje literario estadounidense, Howl.
La lista evoca al Kerouac de Vagabundos del Dharma, un atleta de la palabra hechizado por el budismo. Por momentos casi un avatar de Li Po, el poeta de la embriaguez; por momentos una especie de quarterback del zen. Jack Kerouac nos enseña a quitar los frenos para que puedan surgir los dínamos del lenguaje, claras parcelas de luz diamantina. Sin miedo, el espíritu en automático...